Síndrome peonza: Cuando uno se ha olvidado de poner el freno a la actividad

Actualmente nos encontramos en un momento en que la sociedad occidental cree que tiene que cumplir más objetivos que nunca. Ser productivos, llegar al éxito, ganar un buen sueldo, crear una familia…y de ahí hasta el infinitum. Eso está provocando ya problemáticas nuevas como ociofobia. Sin embargo, para mí en el fondo se halla el síndrome peonza.
¿En qué consiste el síndrome peonza?
Hace unos días me comentaba un amigo psicoterapeuta gestalt el problema que se estaba encontrando en algunas terapias. Resulta que empezaba a tener pacientes angustiados porque no podían llegar a tener la mente en blanco. Estaban en grupos de mindfulness donde se sentían mal porque no cumplían los objetivos que ansiaban. Al vivir la actividad como otra más donde cumplir una meta concreta, adquirían más ansiedad si cabe. Y ese puede ser uno de los ejemplos de este síndrome.
El síndrome peonza consiste en una necesidad imperante y voraz por aprovechar y optimizar cada minuto en que uno está despierto sintiendo que nunca se llega a cumplir todo lo fijado. Eso tiene una consecuencia clave: que no se pueda estar parado. Y otra ligada a ello: los pensamientos van a una velocidad muy elevada.
¿Cómo se puede identificar?
El primer indicativo para poder reconocer que se está viviendo este síndrome es el nivel de estrés y ansiedad de la persona. Seguramente reconocerá que no tiene tiempo para nada más que para el trabajo y la familia. Quizá si hace alguna actividad como pasatiempo, no la disfrute sino que le genera más presión dentro del horario. (Posiblemente hasta se la haya autoimpuesto para “relajarse”).
Es fundamental evaluar si durante la semana no hay espacios para dedicarlos a descansar, pasear, estar en babia, fluyendo con la necesidad que surja en ese momento. Posiblemente sea el caso de que no los haya, o muy pocos. También puede ser que la jornada laboral se extienda más de 8h, llevando a veces trabajo a casa, incluidos algún fin de semana. O quizá que al acabar el trabajo, la familia demande tanta atención que el agotamiento consuma a la persona.
Así el síndrome peonza puede asociarse a una mala alimentación acompañada de obesidad o extrema delgadez, tabaquismo, alcoholismo social, abuso del café u otros hábitos perjudiciales para la persona.
¿Cómo se puede resolver el síndrome peonza?
Primero de todo, analizar el tiempo que uno ocupa en su vida. El objetivo no es culpabilizarse ni amargarse sino ser consciente de si todo lo que hago es prioritario. Entonces pueden darse estas situaciones:
- Considero que hay actividades que no son tan prioritarias. Si es así, puedo comenzar a ir sustituyéndolas por tiempo libre para hacer un ejercicio de rotación: lo que me rote.
- Todo lo que hago es prioritario. Sería interesante reconocer que estoy sobrepasando mis necesidades y hablar con un profesional sobre la gestión del tiempo. Quizá mejorar la organización o ver cómo puedo delegar parte de las actividades que hago en otras personas, pueden ser algunas ideas.
- Me es imposible realizar el análisis porque siento que voy con el agua al cuello. Entonces una buena recomendación serían unos días de vacaciones o de descanso y acudir a algún profesional que pueda acompañar a nivel personal para aprender de qué manera puedo recuperar la brújula en mi vida. Hay que prestar atención en esta situación si es provocada por un exceso de responsabilidades por parte de la empresa. Quizá lo que sea tóxico sea el entorno y no problema de la persona.
De todas formas, si al leer esta entrada te ves reconocido, creo que ya has dado un gran paso. El primer indicio de cambio emerge cuando somos conscientes que tenemos algo que modificar. ¡Ánimo con ello!
Y gracias por leer mi reflexión, ya sabes que cualquier comentario es bienvenido. Si tienes dudas, por favor, pregunta. Y claro, estoy abierto a cualquier sugerencia.
Fotografía por gratisography
2 Comments
Miquel
Me ha gustado un montón lo del ejercicio de rotación, muy didáctico y de la terreta, no? 🙂
Lo que me rote!!!
Abrazos,
Miquel
María Isabel Marcilla
Está mal visto usar el tiempo sin un propósito definido o sin tener en cuenta la eficiencia. «Está usted en la Luna» es una de las frases que más he escuchado durante toda la infancia. «Se va a dormir en los laureles», «¿Ya está otra vez pensando en las musarañas?». Comentarios enormemente hermosos de no haber estado acompañados por miradas de desaprobación…
Gracias por tu artículo, David. Me anima a la reflexión sobre la agenda de los más jóvenes…; en muchos casos, llega a superar a la de los adultos.